miércoles, 1 de febrero de 2012

ANOCHE ORÉ

Amor mío, hoy te escribo para contarte cómo me siento. No estoy bien, estoy enfermo, sí, enfermo de amor por ti, corroído por el miedo a perderte, a que te vayas de mi lado, a que me dejes solo, a que te marches lejos otra vez... Porque no hay vida sin amor. Aquí no existe medicina alguna para curar, solamente dos personas que se quieran... con mucho amor. Hoy te escribo después de una noche terrible, en la que grité tu nombre en silencio hasta romperme el alma, en la que te he llorado hasta secar mis ojos.

Dicen que si duele el amor es bueno, que no se puede estar tan unidos, que hay que amar en libertad, que es bueno separarse a veces para poder extrañarte, pero yo no lo comprendo, no puedo hacerle caso a la razón, porque si me alejo un segundo de ti, yo muero. No necesito estar a solas para pensarte, porque en todo momento estás en mis pensamientos, por eso no creo lo que dicen, o tal vez sea que no lo entiendo, porque yo no puedo vivir sin ti. No puedo ir en contra de lo que siento.

Dicen también que uno no se puede dar del todo, que si te doy todo, yo me quedo sin nada, pero ¿cómo no hacerlo? Si te di mi palabra de amarte sin reservas, de entregarme sin condición... Sé que la gente habla, dicen tantas cosas de este amor, pero me da igual, porque ¿qué saben ellos? ¿Acaso saben por qué vibra mi corazón de emoción cuando estoy contigo? ¿Acaso saben qué es lo que mi corazón busca?  No, ¿cómo lo van a saber? Esto sólo lo puede saber quien lo vive, mi vida, es algo tan enorme, que anoche oré.

Sí, mi vida, porque anoche tuve tal miedo por pensar en perderte que me llené de desesperanza en una lenta agonía. Pasé unos momentos terribles, sufrí por mi cobardía, y oré, aguantando las lágrimas, yo, que desde hace tantos años soy un ateo, yo, que ni sé desde cuando en nada creo, oré anoche por ti, por nosotros, oré, rogué, supliqué en un lamento porque me moría de pena.

Sí, anoche oré, oré como se ora con desespero para que tu voz sea escuchada. Me costó mucho porque hacía tanto tiempo que no lo hacía, desde mi más tierna infancia... Cerré los ojos tratando de recordar cómo se hacía. ¿Cómo fue al principio? Un velo oscuro de culpa me nublaba el pensamiento y me impedía pronunciar las palabras adecuadas. Porque tú sabes que carezco de fe, y aún así oré, porque estoy lleno de angustia, miedo y desesperación, porque estoy deseoso de que ese Dios en el que fervientemente crees me conceda la gracia de conocerle, igual que tú lo conoces, para que ese Dios me revele su cercanía y su poder para poder creer en Él igual que tú crees, y encontrar así consuelo...  Anoche oré, abrazado a ti, porque en estos momentos de angustia necesito más que nunca encontrar refugio, esperanza y ayuda, porque sólo te tengo a ti, oré para no perderte, porque si te pierdo, seré yo quien definitivamente se pierda, seré yo quien nunca encuentre el camino de regreso a la cordura, Si te vas, seré yo quien se vaya de este mundo cruel.

Anoche oré, y apretaba mis ojos tratando de no sentir tanta culpa. Estaba aturdido, me sentía impotente... Comencé a sentir un dolor que me atravesaba el alma, abrí mis ojos y me encontré en nuestra cama, en esa habitación donde una vez el mundo se detuvo para dar marcha atrás. Intenté desvanecer la oscuridad con mis manos, pero no podía, un escalofrío helado recorría mi espalda hasta clavarse en lo más profundo de mi cerebro... Sólo tu presencia me confortaba, no sabía qué hacer ni qué decir, sólo buscaba refugiarme en tu pecho, cobijarme entre tus brazos, pero aún así sentía cómo mi corazón se rasgaba por el temor a tu ausencia, ese temor que me nubla la vista, que me nubla el entendimiento, que nubla mi cuerpo entero.

Tengo el alma rota, no me hago a la idea de poder perderte, de no tener esa mano que me da fuerzas, esa mano que nos une, esa mano que me da un empujón o frena cuando es necesario...  De no tenerte a ti, la persona más importante de mi vida... Es tan grande el dolor que siento... Creo que no me merezco este sufrimiento, este sufrimiento que quizás nadie comprenda, pero que me duele en el alma, que me la ha partido en chachitos, y cada cachito se pregunta  ¿Por qué? ¿Qué pasa?... quizás para muchos este sufrimiento sea absurdo, sea diminuto... No entiendo nada, y por eso pedí a Dios que por favor me ayude, que no me permita perderte, que todo se solucione... Porque te necesito como al agua... Porque si tú no estás, yo no quiero permanecer en este mundo.

Y lloré, mi vida, abrazado a ti, lloré como nunca en mi vida había llorado, lloré las lágrimas más amargas que de mis ojos habían brotado jamás, lloré lágrimas de hiel, lloré hasta quedarme sin aliento, porque ni entre tus brazos encontraba el consuelo que aliviara esta angustia vital, porque nadie comprende nuestro amor, nadie está con nosotros, porque no sólo las circunstancias son adversas, sino que también la gente, nuestra familia, está en contra nuestra, porque sólo nos tenemos el uno al otro, y tengo miedo, sí, tengo tanto miedo de que la carga sea demasiado pesada para ti que al final desfallezcas y abandones, que al final digas que, pese al amor tan grande que sé que me tienes, decidas que no merece la pena seguir luchando por él, y huyas de mi lado.

Perdóname, amor mío, perdóname por haberte mostrado mi lado más débil, por haberte mostrado mi flaqueza,  por haberte hecho sentir mal... bien sabes que no era mi intención, que no fue mi voluntad, pero no pude evitar que ese torrente de sentimientos me anegara de tal forma. Perdóname, mi vida, porque sé que debo tener fortaleza para los momentos difíciles, y déjame permanecer a tu lado para demostrarte a ti y al mundo que vamos a luchar juntos por nuestro amor, contra viento y marea, contra toda adversidad, contra todo y contra todos, contra el mundo entero si fuera necesario, porque estaremos juntos hasta nuestro último aliento.

Mi Esposa, mi Amiga y mi Amante, siempre tuyo, siempre mía, siempre nuestro. Te amo.

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