lunes, 7 de mayo de 2012

MI DEUDA DE AMOR

Amor mío, hoy te escribo esta carta he estado meditando sobre la conversación que tuvimos hace un par de días, cuando estuvimos recordando cuán difícil ha sido nuestra unión, cuántas dificultades hemos tenido, y aún hoy tenemos, que vencer, cuánto hemos sufrido ambos, por nuestros errores, nuestros miedos, sobre todo los míos, la inseguridad, el temor a un nuevo fracaso… Porque como alguna vez te dije, si la gente conociera nuestra historia, hasta el más duro corazón se conmovería y derramaría lágrimas, tan difícil ha sido todo para nosotros, y se regocijarían en nuestra felicidad.
Y sobre todo eso he estado reflexionando… porque, como te dije, creo firmemente que, si hemos podido superar todo ese sufrimiento para poder estar juntos, no habrá nada ni nadie que pueda jamás separarnos.
Porque por este amor derramé, ambos derramamos, más de una lágrima, con la tristeza más profunda, oculta bajo una falsa sonrisa, con suspiros que eran solamente gritos de la inmensa soledad que quedaba por dentro. Tuvimos largas noches sin consuelo, sólo acompañados de unas terribles ganas de morir con tal de liberarnos de ese angustioso tormento.
Porque tú me habías entregado tu noble, puro y ciego corazón, lleno de las más bellas y reales ilusiones, pidiendo a cambio únicamente amor y comprensión, pidiéndome sólo que no te hiciera daño, que no te lastimara… Y eso, que te prometí, no fui capaz de cumplirlo y te lastimé, rompiéndote el corazón y destruyendo tus ilusiones, y empujándote a huir lejos de mí… 
Y entonces, cuando te fuiste tan lejos y creí perderte definitivamente, por mi torpeza, por mis miedos, por mi inseguridad, me hinqué de rodillas ante el dolor por haber perdido a ese que parecía –que es- el gran amor de mi vida, el único que llena mi vida y mi corazón. Porque cuando te fuiste de mi lado, o, mejor dicho, cuando te aparté de mi lado, me di cuenta del enorme error cometido, y lloré a escondidas gritando en silencio tu nombre como en una oscura lejanía. Te pedí que no te fueras, te rogué que regresaras, pero todas mis súplicas fueron baldías, porque tú ya no confiabas en mí, porque el dolor causado fue como un puñal que atravesó tu corazón. Y ese puñal, que yo empuñé, a mí mismo me desgarró por dentro y creí morir de tristeza y dolor.
Ambos nos quedamos con la mente en blanco, con un sinfín de preguntas, sin obtener una sola respuesta… y ambos miramos hacia el cielo, pidiendo un hermoso deseo, porque ¿es que acaso hay alguien que no tenga en el cielo una hermosa estrella que alumbre sus tinieblas?
Y al final, el deseo se cumplió y regresaste a mí, me diste una segunda oportunidad, y por eso, mi vida, por eso te estaré eternamente agradecido, y te amaré siempre con devoción, porque no tendré otra forma de pagarte esa segunda oportunidad que con mi más profunda entrega, dándote todo mi amor, entregándote mi corazón, mi vida, mis pensamientos, mi alma, todo mi ser, porque todo yo te pertenezco. Porque si el amor es entrega, a mí, que recibo tu amor, sólo me queda la deuda y el compromiso de regresarte gramo a lo entregado mil veces multiplicado, y ese es mi más firme propósito. Te colmaré de amor todos los días de mi vida, mi única ambición es llenarte de dicha hasta mi último aliento, construir un mundo maravilloso a tu alrededor y cumplir todos tus sueños. Porque sólo de esa manera podré pagarte mi deuda de amor.
Mi Esposa, mi Amiga y mi Amante, siempre tuyo, siempre mía, siempre nuestro. Te amo.

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